Se
quería tanto a si misma que en ocasiones se olvidaba de que el mundo
no fue creado solo para adorar su vana existencia. La avaricia le
jugó una mala pasada en más de una ocasión, pero supo salir airosa
de cada situación.
Mataba
por un poco de polvo y odiaba la limpieza. Adoraba cada una de las
notas que salían de su mesa de mezclas y agradecía a un Dios en el
que no creía, el poder seguir viva un día más.
Le
dolía tanto la mentira, que tuvo que acabar con él último que la
engaño, se excusó diciendo que fue una mera cuestión de
principios.
De
cada poro de su piel emanaba alegría desmedida, tras varias copas
dejaba de lado la vergüenza, dando rienda suelta a toda locura
imaginable.
Le
ponía cualquier atrocidad que saliera de su boca, él conseguía
domarla cual yegua y eso le gustaba aun mas. Lo miraba de reojo
azotando la última gota de Ginebra que había en aquella copa de
cristal. Acto seguido lo besaba y disimulaba por si cualquier otro de
sus amantes se había percatado de su mala actuación.
Era
la loba madre al cuidar a sus amigas, aullaba tan solo para enseñar
los dientes.
Se
hacía la misma promesa cada vez que salía y pedía perdón cada
amanecer por incumplirla. Bebía de la botella para evitar
intermediarios, comía con las manos para no perder la costumbre y
bailaba desnuda para que la música la penetrase.
Solía
demostrar su perspicacia cuando los demás bajaban la guardia, le
complacía cualquier beso robado, aunque en ocasiones regalase más
de los necesarios.
Sus
últimos años se habían convertido en una trilogía erótica digna
de plasmar en cualquier libro.
Varias
mañanas se repitió que sería la última vez, pero tuvo que
enmendar sus errores cometiendolos de nuevo.
Escuchaba
Aoki de fondo mientras su cuerpo dinamitaba cual pólvora.
Cambia
de opinión cada 3 segundos y ama cualquier objeto que refleje la
altivez de su mirada.
Su
vida es muy cuestionable, pero, eso sí, es solamente suya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario