Amén.
Supongo que
siempre me gustó empezar por el final. Tengo mono de tantas cosas que no sé por
dónde empezar, el principio sería una buena opción, pero como las buenas
opciones precisamente no me definen, iré por las malas: quiero ver mil
zapatillas a los pies de tu cama, quiero volver a comerte con la mirada en
aquella estación, quiero que me esperes con el coche feo y me digas que lo
único bonito soy yo, quiero que me abraces hasta que forme parte de ti, quiero
que dejes la persiana entreabierta, que me mires, me beses y te calles.
Subimos al
tercero, conocí lo que no debería haber conocido, pero supongo que me encantó.
Una fiesta llena de hierbas, de flores, de ti.
Quizás no fue
buena idea dormir abrazados durante 3 noches porque los días perdieron su
valor. No sé si fue tu alarma o las caricias de después pero hicieron que el
sol volviera a esconderse de manera casi voluntaria para dar paso a la luna más
redonda de cuantas recuerdo. Maravillosa verla sobre tu espalda.
Si mal no
recuerdo, sí, recuerdo mal.
Es difícil
encontrar a otra persona a la que le guste la comida china como a mí, pero si,
la encontré. Donde menos me esperaba, lo encontré.
Varias
suposiciones no me dejan elección, creo que es hora de confesarme. Empiezo por
decir: “Padre” y acabo con un simple: “he pecado”.
Más de las
veces que me gustaría, pero, ¿de qué vale si no me arrepiento?
Olía a
margaritas en aquel campo, no conozco flor ni nombre más bonito.
Hubo, había y
habrá mucho que decir, pero como siempre he tenido mucho miedo y muy poca
vergüenza prefiero seguir en las sombras.
El calor, el
frío o el cambio repentino de ambos, fueron los detonantes de aquello. Pasó,
pasó y como era de esperar, volvió a pasar.
Señores,
espero que sean felices, yo lo estoy siendo demasiado. Podría dar más detalles
pero como dice Celia Cruz: “La vida es
un carnaval”. Decir más sería abusar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario