Hace
exactamente… no estoy segura, cuando disfrutaba o padecía de tu presencia,
recordé que recordando no se puede recordar aquello que nunca se olvidó.
Puestos
a olvidar, tengo presente el número 54
de la calle Santo Domingo, en aquel rinconcito donde olvidé el recuerdo de tus
besos.
Quiero
confesar que una vez más deje rienda suelta a la libertad, escoltada por una
ración de pasión, de lo más saciante, el acompañamiento no fue un Rioja pero
aquella cerveza supo a gloria a tu lado.
Tú,
él y yo sabemos que a todos nos acabarán olvidando y no necesariamente porque
hayamos muerto. Es lo más realista que se me ocurre en este momento, podría
decir que siempre te recordaré, pero no merece la pena mentir gratis.
Me
gusta el color verde más que a nada en el mundo, escribir es, de lo bueno lo
mejor.
Adoro
los cuerpos de seguridad del estado, proporcionan más que eso, seguridad digo.
Siempre
he estado bajo sospecha, nunca me han dejado pasar una, continuamente al pie
del cañón, pero, a estas alturas, sigo pudiendo dar mucho más de mí de los que
el resto inventa. Tema de conversación, tema de seducción.
Uno
de mis placeres reconocibles es sentarme frente a la chimenea y mirar el fuego,
si es con un papel y un boli cerca, el orgasmo está asegurado.
8
días, 192 horas para una comida, un reencuentro, un abrazo, multitud de
caricias y un beso que haga que el resto del mundo encoja, que tú seas un
gigante, mi gigante y yo, siga siendo tu enana.
El
fuego de ambos cuerpos no será comparable al del Windsor. Lo aseguro.
Mientras
que pueda, no dejaré de declarar la guerra en tiempos de paz.
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