El
segundo lunar de la tercera arruga que le sale cuando frunce el ceño, ese,
supongo que fue el que me enamoró. Puestos a suponer, puedo decir que echo de
menos hasta su ausencia.
La
suma del tercer día de la primera semana del tercer mes da como resultado el
número seis, no muchos lo entenderán pero una tarta, un juego y mucho alcohol
hicieron que infinito fuera representado con su cuerpo y que la aproximación
fueran sus gemidos.
Te
quiero del verbo tocar.
Que
el concepto de cena romántica para nosotros no está establecido, que prefiero
seguir comiendo pizzas con la luz de la luna de fondo a cualquier restaurante
caro contigo pero sin ti, que pagues, me veas pero no me mires.
Que
me digas cobarde, te llame y escuche: no puedo creer que te conozca así de
bien. Hay días que la cercanía se mide por las veces que te pienso, crece con
fuerza, te haces notar.
Te
quiero del verbo besar.
El
olor a hierba cada vez es más fuerte, muchos pitis a su lado, muchos besos que
he robado, otros muchos me han prestado. Sin ninguna duda para mi, el amor es
la amistad con sexo.
Sonaron
tan creíbles todas aquellas palabras, he de reconocer que el momento las
requería, ganas infinitas de verme en aquel espejo frente a tu cama.
Puedo
decir que estoy romántica esta noche, a mí, que me producía verdadera repulsión
todo tipo de sentimentalismos.
Te
quiero del verbo comer.
Es
tan agradable leer cada uno de tus buenos días, las buenas noches mejoran con
creces.
La
lámpara marca el ritmo, su bombilla parpadeante nos intenta decir con destellos
lo que no fuimos capaces de decirnos con palabras, con besos lo intentamos una
que otra vez y claro que funcionó.
Sonríe
cuando me tumbo en el suelo tan solo con unos calcetines, dos tallas pequeños,
su color es tan vivo como el polvo que nos fumamos aquella madrugada.
La
tarde olía a enamorarte en 8,2 segundos, pero al caer la noche las expectativas
mejoraron.
Te
quiero del verbo abrazar.
Después
de aquello me sentí en una nube, como si de la peor de las drogas se tratase.
Te inhalé, te fumé, te chupé, te quemé y lo mejor de todo, el reloj se mantuvo
durante 59 minutos en las 3:11.
No
debería pero, en ocasiones repetidas me quede dormida, soñé con aquel papel
pintado con mi barra de labios. Conversaciones que te trasladan al verano del amor,
como hemos cambiado, me crecía, se crecía, nos odiamos.
Las
teclas van diciendo lo que nadie quiere escuchar, el tic-tac del reloj marrón
me está intimidando. Conozco esa sensación desde el lado opuesto. Gusta a la
vez que incomoda.
Te
quiero del verbo follar, porque hace tiempo que hacer el amor, no entra en mis
planes.
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