Blog de Celia Mtz.

domingo, 9 de junio de 2013

Cruz sin cara.

A veces es necesario perderse para saber quién eres realmente, me susurraba mi yo interior una y otra vez mientras cometía los mismos errores que unos meses atrás juré no cometer.
¿Quién en su sano juicio determina que es un error? ¿Quién se cree con poder  para decidir que está bien o que está mal?
Muchos cuentan que hubo alguien lo bastante frio y calculador para poder hacerlo, que disponía de cuantos corazones quería, que se bebía sonrisas con aquella mirada y que se follaba a las almas con su bonito cuerpo, sí, hoy puedo corroborar que esa persona era tan real como cualquier mañana desoladora de un lunes de invierno, ese desalmado era la mezcla perfecta entre todo lo que siempre quise y lo que nunca debí tener, y yo una más de sus víctimas que cometió el peor de los errores, enamorarse loca y perdidamente de sus manos.
Disfrutaba cuando me tocaba en la distancia, haciéndome sentir tan pequeña y atormentada como la última mota de polvo que no puede aferrarse a seguir al lado de sus compañeras cuando aquel pañuelo rosa las arrasaba.
Sufría con el placer que me proporcionaba porque, aunque físicamente seguía allí, mi mente suplicaba que aquel momento fuera eterno. Idealicé de tal modo su persona, que la mía quedó relegada a un segundo plano.
Mi apolo se jactaba de hacer el amor sin amar, de volar sin alas, de soñar despierto y yo, era la marioneta que cuidadosamente manejaba desde cualquier parte del mundo.
Constantemente pensaba en la posibilidad de que aquella burda obsesión fuera la causante de mi locura, pensaba en sus ojos tanto como en continuar con mi vana y triste existencia.
Vivimos momentos idílicos, comparables al Edén, pero pronto, tan rápido como podía, me arrastraba de un soplo al limbo, dejándome a merced de lobos con sed, no solo de sangre.
Con él era todo o nada, mis sentimientos desteñían como un dibujo en una noche de tormenta, necesitaba su vida para poder seguir viviendo, al menos, un día más.
Nos odiábamos con frecuencia, nos gritábamos a menudo, nos follábamos a diario.
Las sábanas estaban tan húmedas después que se marchara, dejó una bonita silueta tras la cortina azul, el viento la azotaba tan fuerte que los latigazos resonaban como las campanas de la plaza un domingo a las nueve, en mi alma, siempre en mi alma.
Decidió irse para volver cuantas veces necesitara, porque para él querer, eso, señores, era cosa de principiantes.
Pero no pude creer que fuera capaz, que se fuera.
Se marchó. Se marchó. Se marchó.
No podía parar de repetirme esas dos palabras constantemente, tal vez, pensaba que así me escucharía desde cualquier parte del mundo y volvería a mi lado, aunque fuese para hacerme el amor sin amar (me).
Pero no volvió.
(…)
Después de muchos años, paseaba por una de las calles más concurridas de la ciudad, me evadía con el olor que desprendían las flores de aquella casa andaluza, no puede existir mezcla de colores más especial que la roja, amarilla y violeta, el ambiente reconfortaba, la calidez de los transeúntes me hacía mejor persona.
Pero entonces, entre la multitud apareció, sus ojos reflejaban el color de su esencia, estaba roto, frío, hambriento de un amor que siempre creyó controlar, tenía hambre de mí, necesitaba que alguna tonta dependiera de su risa para poder reír también.
Pero, para ese entonces ya era tarde, yo era feliz sin intentar hacer feliz a nadie más, su sonrisa ya no me mataba, su boca no me quemaba, sus ganas de hacerme el amor ya no me dolían y el placer que conocí a su lado se evaporó como la espuma de una rubia un veinte de Junio. Solo pude darle las gracias por marcarme y descubrir que no era como los demás, que él era mucho peor.

Y lo más importante de todo, ya no estaba loca y perdidamente enamorada de sus manos.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Survive.

En esta historia la única protagonista no era ella, su príncipe variaba según las ganas, tenía lo que quería. El mundo reía con ella a su paso. Uno de los sapos que probó fue causado por varios picos, nunca probéis nada en mal estado, me aconsejó un día. Necesitaba a diario una dosis de cariño, la recibía en cómodos plazos, le costaba tanto pedirla como dormir de lado. Aceptaba a las personas según el calzado que llevaran y apreciaba sólo a aquellos que no mostraban interés por caerle bien. Era tan puta como la vida y en ocasiones tan mala que dolía.
Se quería tanto a si misma que en ocasiones se olvidaba de que el mundo no fue creado solo para adorar su vana existencia. La avaricia le jugó una mala pasada en más de una ocasión, pero supo salir airosa de cada situación.
Mataba por un poco de polvo y odiaba la limpieza. Adoraba cada una de las notas que salían de su mesa de mezclas y agradecía a un Dios en el que no creía, el poder seguir viva un día más.
Le dolía tanto la mentira, que tuvo que acabar con él último que la engaño, se excusó diciendo que fue una mera cuestión de principios.
De cada poro de su piel emanaba alegría desmedida, tras varias copas dejaba de lado la vergüenza, dando rienda suelta a toda locura imaginable.
Le ponía cualquier atrocidad que saliera de su boca, él conseguía domarla cual yegua y eso le gustaba aun mas. Lo miraba de reojo azotando la última gota de Ginebra que había en aquella copa de cristal. Acto seguido lo besaba y disimulaba por si cualquier otro de sus amantes se había percatado de su mala actuación.
Era la loba madre al cuidar a sus amigas, aullaba tan solo para enseñar los dientes.
Se hacía la misma promesa cada vez que salía y pedía perdón cada amanecer por incumplirla. Bebía de la botella para evitar intermediarios, comía con las manos para no perder la costumbre y bailaba desnuda para que la música la penetrase.
Solía demostrar su perspicacia cuando los demás bajaban la guardia, le complacía cualquier beso robado, aunque en ocasiones regalase más de los necesarios.
Sus últimos años se habían convertido en una trilogía erótica digna de plasmar en cualquier libro.
Varias mañanas se repitió que sería la última vez, pero tuvo que enmendar sus errores cometiendolos de nuevo.
Escuchaba Aoki de fondo mientras su cuerpo dinamitaba cual pólvora.
Cambia de opinión cada 3 segundos y ama cualquier objeto que refleje la altivez de su mirada.
Su vida es muy cuestionable, pero, eso sí, es solamente suya.

lunes, 8 de octubre de 2012

Encendía con besos.


Hace demasiado tiempo que no sabría bien como volver a empezar.
Quisiera darte las gracias por dormir abrazado a mi espalda aquellas noches, la primera duró 22 horas, las siguientes fueron eternas.
Han pasado tantas cosas desde aquel Miércoles, todo se ha dado la vuelta, hemos cambiado, mejor dicho, he cambiado.
Tus te extraño quedaron en el olvido, justo al lado del nuevo día.
Una y otra vez me juro que cambiaré, pero creo que me sigue gustando demasiado ser yo misma.
Pocos entenderán como en un abrazo supe que eras tú a quien necesitaba, varias miradas después lo confirmé.
Quiero escribir una historia que no tenga ni final feliz ni triste, que sea tan nuestra que nadie la entienda, que no termine, ambos sabíamos a lo que nos arriesgábamos, era imposible.
Cuando pienso en las veces que quisiste hacerme tu reina, ahora desde abajo recuerdo como he terminado, siendo la puta de otro, quizás en ese momento no supe que eras el indicado, ni ahora tampoco lo pienso, solo que es mejor arrepentirse, por lo que pueda venir.
Leía en aquel periódico viejo que eran tiempos difíciles para los soñadores, por pensar en los nueve dígitos que me acercan un poco más a ti, volví a sentir tus manos, aquellas que hacían que hasta el día más cabrón se convirtiera en un nido de risas con tus chistes.
No creo que me convengas pero eres perfecto para hacer las miles de cosas que quiero en este año, me acompañas en cada pestañeo.
Corría como el agua en una cascada, libre y pequeña en aquella inmensa corriente. Por una vez nadie dijo nada al respecto, todos sonreían felices al comprobar que la vida, una vez más, seguía su curso sin preguntar si podía continuar.
Quedaron atrás ciento doce días, de los cuales repetiría sin dudarlo todos y cada uno de ellos.
La última nota que le escribí en aquel posit usado antes de marcharme para no volver decía: Supuse que era un buen momento para hacerlo bien. Adiós.

lunes, 27 de agosto de 2012

Amor/Odio.


Se cerraron las persianas de un golpe y nadie giró la cabeza para ver que pasaba, así me sentía yo... me importaba, perdón, me importa un mierda lo que pase a mi alrededor mientras tu estés bien, mientras rías a mi lado.
Han pasado muchas cosas desde que te fuiste, te contaría todas con detalle pero creo que a medida que fuera escribiendo, acabarías más y más horrorizado. Ya sabes, así soy yo.
Lo tenía delante, pensaba, yo no debo estar aqui, él mucho menos, pero entonces tocó la puerta, me cogió y solo recuerdo que volví a pensar en lo mal que estaba aquello una hora y media después.
Fue, como describirlo, de lo bueno lo mejor, superó con creces todas mis expectativas.
Ahora bien, no es conveniente volver a recibir llamadas tuyas, estabas tan lejos que ya te habia olvidado.
De repente, todo enmudeció y comencé a oir gemir a las paredes, no es que te echaran de menos sino que estaban demasiado acostumbradas a tu presencia y, cualquier tipo de cambio las alteraba. Creo que a dia de hoy entiendes cada una de mis palabras.
Eso de: me conoces hasta ser destructivo, lo aplicas demasiado bien.
Cada momento a su lado es único, nunca sabes donde puedes acabar, pero son así y reconozco que a diferencia del resto, me encantan.
La puerta se cerró y con ella mi respeto, no te lo mereces. Hubo tantas mentiras que la verdad bailaba un tango con su pelo en aquella playa.
La arena no pareció estorbar, he de reconocer que me pone demasiado, a veces me dan ganas de decirle, reparte un poco de flow, gastas demasiado, otras en cambio, practicaría el canibalismo con su cuerpo, supongo que a besos y tal.
Cada vez que me mira de lejos, en lugar de bajar la cabeza y mirar a otro lado, me crezco cual ola de Levante, y tan solo de pensar, tu borracho y yo dormida, me despierto como quiero. Rulan fotos en las que la ropa no es en lo que más te fijarías.
Para ir concretando, he de decir que ella, iba drogada, me invitaba, yo no supe decir nada. Nos metimos todo su éxtasis, luego en su casa borrachos, sin frenos. Grande, eres grande.
En fin, noches de cal, mañanas de arena.

domingo, 22 de julio de 2012

Besayúname.


El abandono a escribir era proporcional al de mi cabeza, seguía donde debía estar, físicamente encima de mis hombros pero, la verdad es que estaba a muchos kilometros de distancia, concretamente a 316,9.
Fueron días maravillosos, experimenté eso que llaman placer, tantas veces en tan pocas horas que creí que el climax habia sido inventado por ti.
Me repetías y me repetía una y otra vez que aquello era una locura, pero supongo que algún día me arrepentiré de mis arrepentimientos, mientras tanto, no puedo dar más de mi.
Volviendo al verano de mi vida, casualmente no coincide con el tuyo, cielo.
Aquello, fue indescriptible... una par de copas, 5 chupitos, 2 roces, 9 miradas y el resto no creo que deba plasmarlo en ningún papel aunque, nunca supo tan bien una camisa de cuadros azules.
Fotografías que hacen que me traslade a tu casa, a tu cama y como no, a tu vida. Una vez escuché eso de que horas en la carretera no se pasan por cualquiera, hoy puedo decir, que nunca nadie estuvo tan acertado. Buses, calor, horas, más calor, menos horas y al fin, tú.
El esfuerzo estuvo bastante justificado y si me quedaba alguna duda solo tengo que recordar un posit y cuatro palabras, lo demás hoy sobra.
La distancia es tan relativa y está tan sobrevalorada como la fidelidad, ambas para mi se encontraban a 237,5 km.
Pero como todo lo bueno termina y conserva así su esencia pues regresé y todo seguía tan igual como cuando me marché, de algún modo creí que debía poner orden o ponerme como sabia.
Reconozco que ahora mismo me cambiaría por un solo con hielo y un polvazo mañanero.
Después del quinto orgasmo causado por la octava copa, recordé que es mejor mantener la boca cerrada.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Inicio.

Siempre me gustó mover las piezas a mi antojo, hacer y deshacer cual folio pegado en una carpeta de colegio.
Con estos 20 grados en el ambiente y 42 en mi corazón, he de decir que aun no está todo dicho y que lo que dije o asentí con la cabeza aquel día, no es realmente cierto.
Es hora de reemplazar, lo tuyo por lo mio, siempre te lo daré.
Número de telefono que recuerdo como si de aquellos días se tratase, de los días de parque, de las noches de mentiras, de los besos regalados, de esconderme de tu cuerpo, de enseñarte el mio.
Puedo y quiero comerme el mundo, a bocados pequeñitos, necesito saborear lo más amargo de ella, lo dulce habitualmente me lo das tú. No quiero acostumbrarme, dicen que soy de las malas, pero con lo puta que es la vida voy sobreviviendo.
Agradecida de poder malvivir a su lado, una vez más, durante mucho tiempo.
No es por alarmar pero, tu mano no debería entrar en contacto con la mia, fusión incandescente.
Que las cuerdas se rompieron y que tu me mantuviste, me agarraste sin pedirlo, y ahí, justo ahí, te delataste campeón, mostrabas más de lo que decías y no decías ni la mitad de lo que sentías. Gracias por los servicios prestados pero la cuerda está reparada, o eso creo, de momento, puede aguantar el tirón.
Lo último que recuerdo de aquella noche, es tu boca a milímetros y tus manos en mi espalda, esas son las buenas noches que yo quiero, siempre, pero solo si vienen de ti.
Al principio del juego cada jugador tiene 16 piezas, hoy por hoy, mi rey se esfumó como el polvo que levantaban mis caballos, muy dama nunca he sido y me sobran peones, dependo del alfil, es mi única salida.
Espero que tengáis una buena jugada, de no ser así, siento decir que estáis perdidos amigos.

jueves, 3 de mayo de 2012

Minutero.




Eran las 03:45 y seguía con el paraguas abierto de par en par, mis piernas eran el claro reflejo del agotamiento sufrido, pero no podía decir que no a uno más.
Después de no mucho convencerme, dije que sí, pero que ahora me tocaba a mí poner condiciones.
El silencio se comió la madrugada y tú, a mí a besos.
Hago una pausa, el capuccino se me enfría, perdón.
Entre besos y alguna que otra caricia nos convertimos en roce con derecho a amigos.
Intenté parar y decir que no era necesario todo aquello para… pero insistías y en aquel momento no estaba para ponerme demasiado digna.
Culminé en un abrazo, éste hizo que la condición de no querernos más de 6 días y 7 noches quedara reducida a cenizas, las de la última chimenea de aquel campo abandonado.
En un principio quise comprarte, que fueras una posesión, solo para mí, pero, pronto me di cuenta que no eras más que un alquiler, barato, viejo y usado.
Difícil sería que alguien te quisiera ahora, como cambian las cosas.
Tatúame el sabor del último Ron, que el resto lo hago yo, cielo.
Sigo diciendo que no hay nada mejor que dormir sobre una conciencia limpia, y creo, solo creo, que tengo insomnio.