Es un quiero y no puedo, es un a veces sí, a veces
también.
Cuando lo veía aparecer, comenzaba a sonreír de manera
estúpida. Ahora, me rio a carcajadas e incluso en alguna que otra ocasión he
llorado.
Nuevas expectativas, nuevos proyectos. Personas que te
ayudarían a tomar una decisión ya no manifiestan ni su opinión.
Obviamente, me
molesta el último rayo de sol que entra por el tercer hueco de la segunda
persiana, pero como todo en esta vida es acostumbrarse, allá vamos.
Odio la brevedad, los atascos, el helado de fresas y esa
cantidad de zorras que aun cuando tú no has terminado una relación, ellas ya te
la han quitado. Pequeñeces de la vida. Sin importancia alguna, me digo.
Aquella noche quisimos preparar un combinado,
habíamos oído en aquel antro de mala muerte un nombre que rondaba en nuestra
cabeza: Gin Tonic de Rangpur, teníamos todo lo necesario: Ginebra Tanqueray
Rangpur, abrazos, Tónica Fentimans 200ml, Kumquat, lima, limón, hielo y algún
que otro beso.
Nos sobraba calor, nos faltaban los vasos.
Comenzamos a hacerlo al mismo tiempo que nos dimos
cuenta de que el vecino del quinto nos miraba con recelo, quizás no era recelo
sino la necesidad de cariño. En cierto modo me alegré de poder dárselo, o más
bien, que él lo tomara por su cuenta.
Sonó un ruido, permanecí en silencio, en ocasiones
pensaba que mi respiración ya no tenía sonido. Intenté no volver a ser
descubierta, volver a decir que no cuando todo mi alrededor sabía que el sí no
podía ensordecer más. Daba gritos.
Decía que aquello no funcionaría, que había demasiado
fuego como para que saliera bien, acabó siendo un coctel molotov. Lo usé, y
tanto que lo usé. Lo tiré contra tu ventana, no recordaba bien cual era, así
que, si alguno de tus vecinos dice algo, hazte el loco como de costumbre. No te
resultaba difícil. No me sentí bien, tampoco mal, en realidad no me sentí.
De repente volví a crecerme incluso más que el último
lunes y agachaste la cabeza de nuevo. No es que siempre tenga razón, pero si me
lo pones así de fácil, voy a terminar por olvidarte.
Me despido mirando la pastilla que hay sobre el
escritorio mientras observo casi hipnotizada la franja verde que la divide. Hay
muchas clases, algunas muy buenas. Las recomiendo.
Lo dicho, las gallinas que entran por las que salen.
Es ley de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario