No debería pero hay ocasiones en las que ella está tan loca
por él que comienza a dejar su cordura a un lado para estar más cerca de sus
labios, aunque sea en otra realidad. Le hace daño, le digo que él le hace daño.
No me escucha. La deja sola ante el
peligro. No pensó en la cantidad de leones que había fuera esperando para
comerla hasta que se dio cuenta de que el primero apareció incluso cuando él no
se había ido.
Desde ese momento comenzó a cambiar, ambos cambiaron, lo
malo ya no era tan malo ni lo bueno tan bueno. Dejaron de verse como dos piezas
de un puzle que encajaban a la perfección para convertirse en manos que no se
estrechaban ni para saludarse.
El descaro de ella aumento proporcionalmente a la timidez de
aquel chico de manos suaves.
Que el azul era más azul si era el de sus ojos, decía ella
con una sonrisa de oreja a oreja. El resto la miraban con lástima, sabían lo
que había.
Recuerda sus salidas y entradas a la perfección. Él no eran
tan él, ella más suya.
Angustiada le preguntaba
que le pasaba, nada, decía seguro de sí. Otra mentira de tantas.
Ella movía la cintura, curaba todos sus males bailando.
De momento hay un punto y final.
Lo único que no me gusta de esta historia es que ella soy
yo.
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