Hoy es uno de
esos días en los que nada, por muy malo que sea, molesta.
Tengo ganas
de que tengas ganas para quitarnos las ganas con ganas, leía tranquila en
aquella nota.
Buenos
momentos, siempre los hubo y los habrá, cielo.
Él es de esas
personas que jamás querrías en tu vida pero que de manera extraña y casi
obsesiva no puedes apartar. Lo sabe y juega con ventaja. Me limito a esperar su
próxima jugada para preparar, lo que siempre creo, el plan definitivo. Rara vez
compruebo su eficacia.
Es un día
especial, al menos yo lo recuerdo como diferente.
Hay luna
llena y es tan redonda como tus ojos, esos que en cualquier noche alumbraban
tanto y a la vez tan poco.
Tenemos la
mala costumbre de acostumbrarnos a la compañía que no merecemos.
A veces es
tranquila y adorable como una gatita y otras, es tan dañina como la peor de las
víboras. Para que engañar, la adoras.
Me encanta
sentir el agua caer, placer inmenso solo comparable a las noches que pasé
abrazadas a tu espalda.
Normalmente
odio cualquier tipo de sentimentalismo pero, hoy, me gusta hasta el anuncio de
“Amor amor”.
Con
diecinueve años y desde la habitación diecinueve he de decir que las personas
no cambian a diferencia de lo que todos creemos. De ilusiones se vive.
Alcancemos el umbral de rentabilidad.
Estoy
completamente segura de que el mundo termina en 2012, por este motivo no puedo
dejar de disfrutar como lo estoy haciendo. Deberíais hacer lo mismo. Es tan
solo un consejo.
Me miras con
una soberbia inquietante y con media sonrisa falsa preguntas si me gustas,
tú, ¿gustarme a mí? Vale, sí, me gustas.
La película
ha terminado y el final era el esperado, para no variar.
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