Me he comido
una galleta y al mirar su forma, recordé el sonido de tu voz, paradojas de la
vida, su sabor era amargo. Me gustaba el dulce de tus labios, su textura era
especial.
Aquel viernes
no dormimos después de una película interminable, supongo que ambos estábamos nerviosos
esperando su final, su puto final, ellos siempre terminaban felices haciendo el
amor, se miraban como si no existiera el mañana.
Ese día duro muchas
más horas de las que debería, por momentos pensamos, en realidad pensé que podíamos
romper el horario establecido, me creía superior a cualquier norma y todo
porque tú estabas conmigo, porque de vez en cuando me decías: nena, que guapa
estás.
Volviendo a
mirar la caja de galletas me he dado cuenta de que tus fotos siguen aquí,
maldito despiste.
De un tiempo
a esta parte no tenia voz o al menos no se me oía, la única persona que creía que
me escuchaba se fue un día y no volvió más, dejándome muda en un loco mundo de
gritos. Intentó volver, intenté decir que no, rechazarlo y hacerle aunque fuese
el 2% del daño que me causó, pero no pude, esta vez no quería hacerle daño pero
tampoco quería quererlo, no quería nada más.
Solo se
pasaba una imagen por mi mente, un recuerdo, una bañera que en lugar de agua
tenía champagne, no era caro la verdad, pero tenía suficiente garra como para
conseguir que él se desnudara con solo olerlo.
Que en
ocasiones me creo una gata y no porque maulle sino porque algunas veces mis
palabras han sido más dolorosas que un arañazo, pido perdón por el daño
causado.
Me gusta la
playa y el sexo, he probado a juntarlos pero no acaban de convencerme, supongo
que para mí el mar solo está hecho para nadar, adoro los peces, quizás porque
me identifique con sus tres segundos de memoria, no creo necesitar más para
recordar un beso, una palabra bonita, un insulto o un orgasmo.
No deberías soñar
despierto, te pierdes lo mejor de la noche, aunque sé que lo hacías por estar a
mi lado. Las indirectas son más directas si vienen de tu boca.
Me tumbo en
la alfombra cuando necesito desconectar de todo, miro al techo y me quedo en
stand by. Vuelvo al mundo real cuando oigo un “ping” y pienso en tirar la
BlackBerry por la ventana, pero sonrío porque al otro lado de la pantalla estás
tú esperando para saber que se me pasa por la cabeza en un momento de cordura.
Pero créanme señores,
la vida no está para lamentarse por lo que no llegamos a hacer, así que disfrútenla.
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