En una de las conversaciones que tuve conmigo misma, de
esas fluidas e interesantes, nos pusimos a charlar y me di cuenta de que no coincidíamos
en todo, en un mismo cuerpo había dos personas totalmente distintas, una era
tierna, dulce e incluso tímida, la otra, repulsivamente salvaje, dolía su desvergüenza
y su atrevimiento solo era comparable a… en realidad no tenia comparación. En
rara ocasión había puesto en práctica la palabra límite.
También he de decir que hubo un tiempo en que
consiguieron domarla, era una yegua mansa, obediente, a mí personalmente me
daba asco.
Pero volvió, resurgido de sus cenizas como el ave Fénix,
y como lo hizo… creyó o creí, ahora mismo no sé de quién hablo, que su regreso
sería apoteósico. Aumentó su ego al verlo comprobado.
Para ella los planetas dejaron de ser ocho, comenzó a
rendirle tributo a sus penetrantes ojos en lugar de a Marte y a sus labios por
Mercurio.
La coca-cola no estaba realmente fría pero yo, mi
interior estaba congelado. Realmente el calor nunca está en mis mejores
momentos.
Hoy ha sido duro, pegábamos las telas mientras hablaba
contigo, no eres nada pero por segundos llegas a ser un nada tan todo que da
ganas de pensar que todo vuelve a ser nada.
Me gusta nuestro juego, de momento nadie gana ni pierde,
es un juego de iguales aunque todos empiezan así. Esto durará lo que una vela
encendida mientras follamos, perdón, mientras hacemos el amor. Despistada que
soy a veces.
En la noche diecisiete del mes dos, el corto, sé que
sabes de cual te hablo, volveremos a vernos las caras y me dirás que hace frio
para volver sola a casa, ¿entendéis ahora porque el frio me acompaña en los
mejores momentos?
Odio la letra Calibri pero adoro el colibrí, lo que puede
cambiar una letra, una silaba, un sí, un no, un puede. Lo único bueno de todo esto
es que siempre estás tú al otro puto lado de la cama. Creo que no te mueves
mucho para evitar que mi forma se vaya y de nuevo tengas que volver a imaginar
lo puta que era cuando quería cariño o lo casta cuando me sobraba.
Pediremos algo para llevar, no me apetece que nadie te
mire mientras estas conmigo. Quiero guardarte para mí, para que esos momentos
no sean interrumpidos por nada más. Casi lo consigo si no hubiera aparecido la policía,
supongo que no tienen nada mejor que hacer. Ya ves, una rosa negra necesitamos,
¿quien en su sano juicio regalaría una flor tan triste?
Es hora de cerrar, la función ha terminado, mañana más y
mejor, aunque eso sí, no le cojan cariño a los personajes, de momento la única con
contrato indefinido soy yo misma.
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