Blog de Celia Mtz.

jueves, 23 de febrero de 2012

Cuestión de principios.


He vuelto a decirte como una perra arrastrada que si nos fumamos un piti a medias y has puesto la excusa más tonta del mundo.
Está decidido. No me apetece más beber a tu lado, ya sabes a que me refiero, dudo que alguien más que tú se dé cuenta lo que es, pero por si acaso, queda escrito.
Muchas noches a tu lado, muchos besos malgastados. Me gustaba tomar una pizza a las seis, cuando llegábamos de bailar. Me gustaba hacerla, elegir los ingredientes, todos los presentes en aquella habitación sabían que lo único que me gustaba de aquella masa eras tú.
Suena ilógico contrastarte con aquello, pero me encantan las comparaciones a diferencia de ese odioso refrán. A día de hoy puedo y mucho, demasiado en ocasiones.
Estoy sentada en el sofá mirando las 3 tazas, los mil libros y tu foto. La radio suena en el piso de abajo. Al contrario de lo que debería, me relaja como nunca antes lo había hecho.
Miro a los lados buscando un pañuelo, al encontrarlo vuelve la felicidad. Ahí es cuando me doy cuenta de que si con pequeñeces como la de ahora estoy dichosa, no tuviste que dejar el listón demasiado alto, campeón.
 Las flores del mantel de la última comida han comenzado a marchitarse, pero con las gotas de lluvia del cristal de las que una vez os hable, empiezan a darle vida a tanto capullo seco.
Son tiempos violentos para el amor. Vuelve mi faceta soñadora, la que vive sin preocupaciones creyendo que con dos cables y un chicle puede arreglar todo. Lo mejor de todo es que en muchas ocasiones me ha sobrado uno de los cables, eso si después de elegir en dos segundos que color seria más apropiado para mí. Sin pensar en nada mas suelo decantarme por el verde, lo malo es que solo me dan a escoger entre rojo y azul. Ahí es cuando empiezan los problemas. Me salgo del plan establecido y vuelvo a las andadas.
A jugar sola o acompañada, eso sí, siempre de ellas. Demasiados frentes abiertos, pero como me dijo alguien especial, en tiempo de guerra cualquier agujero es trinchera. No hay que tomarlo por el mal sentido, sino que a veces necesitamos tener a alguien que nos haga reír para olvidar todo lo que otro nos hizo llorar.
Cada vez que sale el anuncio de chocolates Valor, vuelves a aparecer en mi cabeza, no porque recuerde si te gusta el chocolate. Sinceramente nunca me lo has dicho o no te he tomado demasiada atención. Sino por eso de placer adulto. Eso si lo he comprobado con creces.
Me encantan los colores, mezclarlos, lo sabes bien. Yo estaba roja por lo verde, tú morao por lo blanco.
Supongo que ayer fue el punto y final, después de tantas comas, tantos puntos suspensivos. Estoy harta de signos contigo. Has agotado mi paciencia.
Nunca fue mi estilo quitarme el sombrero con personas con las que no me quitaría el sujetador.
Hasta aquí puedo leer.

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